El historiador y nuevo académico Enrique Moradiellos. Alex Piña

Enrique Moradiellos

«Nada de abstracciones. Nada de protagonistas sin nombre. Hay personas, hay sindicatos. Hay obreros católicos que se enfrentaban a otros que no lo son. Te obligaba a pensar»

Jueves, 26 de noviembre 2020, 07:42

Desde el pasado viernes Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961), catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, es académico de número de la Real Academia de la Historia (RAH). Su elección para cubrir la vacante por fallecimiento de Faustino Menéndez-Pidal de Navascués constituye una ... bocanada de aire fresco, no solo porque accede con 59 años a una institución cuyos miembros son vitalicios, sino por la polémica que supuso –como recordaba Julio Núñez en 'El País'– aquel 'Diccionario biográfico español', impulsado precisamente por la RAH, en el que se eludía hablar de Franco como 'dictador' y se consideraba su régimen 'autoritario', pero no 'totalitario'.

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Sin embargo, a mí me parece que la llegada de Enrique Moradiellos a la Academia de la Historia trasciende esas anécdotas y le prestigian a él y a la Universidad de Extremadura, donde enseña, no tanto porque uno de sus libros se titule, inequívocamente: 'Franco. Anatomía de un dictador', ni por el hecho de que lo hayan apadrinado los profesores y académicos Carmen Sanz Ayan, Juan Pablo Fusi y Luis Antonio Ribot, sino porque el conjunto de su prolífica trayectoria investigadora lo recorren la ecuanimidad y el antisectarismo.

Hay una anécdota que ilustra muy bien esa mecánica de trabajo. Cuenta Moradiellos que cuando estaba en la Universidad de Londres, aprendiendo con Paul Preston, y le planteaba al prestigioso historiador británico cuestiones del tipo: «Pues el proletariado dice…», él respondía en inglés: «¿Y quién es ese señor, quién es el proletariado?». Es decir, nada de abstracciones. Nada de protagonistas sin nombre. Hay personas, hay sindicatos. Hay obreros católicos que se enfrentaban a otros que no lo son. «Te obligaba a pensar». Fuera abstracciones y planteamientos maniqueístas, pues la tarea del historiador no es señalar aquí los buenos y allá los malos, sino establecer «los grados de responsabilidad».

En la primavera de 2010 publiqué en mi serie Zona de Paso una entrevista con Enrique Moradiellos donde además de advertir sobre el peligro que entrañan «las lecturas presentistas del pasado reciente», niega que la historia siempre la escriban los vencedores: «La versión de un Manuel Azaña sobre lo que pasa en la guerra no tiene nada que ver con la de Diego Abad de Santillán, que lo escribe el mismo año 1939, en el exilio, o con la misma historia oficial del Partido Comunista que dirige la comisión que preside Dolores Ibárruri 'La Pasionaria'. La versión de la guerra como conquista de Euskadi por Castilla o de Cataluña por Castilla no tienen nada que ver con la versión republicana».

En realidad, su elección como académico puede interpretarse también como un éxito consecuente con el rigor y relevancia de un historiador que ha escrito, entre otras obras, 'El reñidero de Europa. Las dimensiones internacionales de la guerra civil española' (2001), 'Don Juan Negrín. Una biografía' (2006) o 'Historia mínima de la Guerra Civil Española', galardonada en el año 2017 con el Premio Nacional de Historia.

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