El presidente de Vox, Santiago Abascal (d), pasa delante del escaño del vicepresidente tercero del Gobierno, Pablo Iglesias Ballesteros. Efe

Encuentros en la tercera fase

«El coronavirus afecta a las vías respiratorias y a la economía. Pero no terminamos de ser conscientes de que también perjudica a nuestra conciencia de libertad»

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 23 de mayo 2020, 08:22

El país al completo estará pasado mañana en fase uno. Incluidos los farolillos rojos en la liga de los desinfectados. Millones de personas seleccionan ya el tono del carmín con el que se pintarán las mascarillas para asistir a sus primeros simulacros de encuentro. Con ... las miradas de todos pendientes de cómo nos saludamos, de cómo nos sentamos, de hasta dónde guardamos de verdad las distancias reglamentarias. Pendientes de qué dirección toman las parejas de enamorados para encontrar su intimidad entre la mascarada. Como en un baile parroquial de la España de los años cuarenta. Sabemos que el fútbol ya está permitido en la fase dos. Pero el BOE no es muy claro a la hora de explicar cuál es la distancia mínima para hacer el amor fuera de casa… En ésas estamos.

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Con apenas unos minutos de diferencia, he escuchado exactamente la misma reflexión de labios de dos personas muy diferentes. Miriam González Durántez, esa abogada de Olmedo que sirve de inspiración a millones de chicas de todo el mundo, y Emilio Calatayud, el carismático juez de menores de Granada que el próximo jueves protagonizará una nueva sesión virtual del Aula de Cultura de El Norte. Estamos ante la peor pandemia posible, con los peores políticos posibles al frente, dicen. Y ésa es la causa principal del inmenso desbarajuste con el que nos encontramos cada vez que nos asomamos a la realidad.

El coronavirus afecta mortalmente a las vías respiratorias. Y también a la economía. De eso no cabe duda. Pero de lo que no terminamos de ser conscientes es de que también perjudica, y de qué manera, a nuestra conciencia de libertad. Mientras Donald Trump se entretiene con la hidroxicloroquina, Den Xiaoping anuncia que la consecuencia inmediata de que China haya sido el lugar de origen del virus, incluso de haber mostrado negligencia en su efluvio, será una nueva oleada de represión en Hong Kong. Y en España Pablo Iglesias, tomando ejemplo de Putin, refuerza su dominio eliminando la limitación de mandatos en su partido. Y subiéndose el sueldo, al tiempo que ve cómo baja el de todos los demás.

El resultado lógico de seguir ganando la partida, día a día en la sombra, a un presidente cuyo máximo empeño es que su rostro aparezca cada vez que los españoles encendemos la televisión. Un presidente ya definitivamente perdido en el eco de sus propias palabras. Ésas que han creado tendencia al pronunciarlas con el acento en la primera sílaba, dejando que las demás decaigan y pierdan por completo su sentido. «Récuperación», «désescalada»… Una cuestión que no es sólo de acentos: sobre un problema agudo, otro grave. Y al final, una farsa esdrújula.

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No terminamos de ganar la guerra al virus y ya estamos inmersos de lleno en la mascarada de la posguerra. Pero yo sólo he visto gente muy obediente hasta en la cama. Ahora sólo cabe saber hasta qué punto el ruido de los encuentros en la tercera fase, 15 personas máximo por reunión, se logrará imponer en nuestra inquietud al ruido de las cacerolas vacías. «La obediencia voluntaria es siempre mejor que la forzada», decía Jenofonte. «Décepcionante», que diría nuestro presidente sobreesdrújulo. Así nos va.

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