El acuerdo sin explicación firmado entre los partidos del Gobierno y Bildu ha sido un jarro de agua helada para los empresarios que esperaban con ilusión la llegada de la normalidad para emprender la ansiada recuperación económica. Es cierto que la reforma laboral estaba en ... el programa de la coalición PSOE-UP, pero nadie, salvo el sector más radical del Gabinete, pensaba en derogarla por completo. Y menos de un plumazo, sin discutirla con los agentes sociales, y aún menos hacerlo en el momento crucial, cuando hay que prestar a la empresa el interés que su situación reclama.
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La demagogia populista siempre ha tenido a la empresa como un enemigo y no como elemento fundamental de dinamización de la economía y muy especialmente de creación de empleo. La pandemia ha dejado en el paro un porcentaje muy elevado de trabajadores que, en contra de lo que se puede creer, no van a encontrar un empleo más fácilmente con la reforma derogada, perfectamente revisable en algunos aspectos eso sí. La derogación pactada con Bildu, el partido que mayor rechazo concita en la sociedad, parece contraproducente. Nadie mínimamente enterado lo considera el mayor error cometido por el Gobierno y el más inoportuno en las actuales circunstancias.
La desescalada en marcha debería ser considerada propicia para lograr la unidad nacional, tan poco apreciada por algunos, para reactivar el entusiasmo colectivo por el éxito en la dura lucha contra la pandemia y para estimular a todos, y a los empresarios los primeros, a promover iniciativas. La supresión de la reforma laboral no parece que sea un asunto prioritario salvo, por lo que vemos, para algunos ministros que continuamente nos sorprenden con iniciativas e ideas que seguramente entusiasmarán a sus parroquianos pero comprometen la imagen global de un Gobierno europeo, serio, responsable y que antes de tomar decisiones las analiza y considera sus pros y contras.
Ya han sido varias las ocasiones en que los ministros han entrado en contradicciones. La imagen de que son dos los gobiernos que se sientan en la mesa del Consejo de Ministros se temía desde que se anunció una coalición tan incoherente en sus principios y experiencias, pero no nos imaginábamos que las discrepancias surgieran tan pronto. La impresión es que algunos ministros van por libre y con tal de ofrecer titulares se sueltan la lengua lo mismo para despreciar la importancia del turismo, que para apoyar ideas separatistas o para criticar sin venir a cuento al jefe del Estado que, a diferencia suya, hasta ahora no ha cometido ningún fallo ni desliz.
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