Un empleo para los jóvenes

En nuestro país, como es bien conocido, la incorporación de los jóvenes al mundo laboral es muy tardía. A ello han colaborado decisivamente por el lado de la demanda las dos últimas crisis. La de 2008 produjo una gran destrucción de empleo y la segunda consiguió amortiguar el desempleo mediante instrumentos -los ERTE- que mantenían vivos los puestos de trabajo preexistentes pero lógicamente no sirvieron para incorporar a los jóvenes al mercado laboral. A consecuencia de todo ello, se ha producido una distorsión notoria que la OCDE describe así: la tasa de empleo de los jóvenes de entre 15 y 24 años en España ha pasado del 39,2% en 2007 (antes de la crisis financiera) al 18,5% en 2020. En casi década y media se ha desplomado a la mitad, tocando su suelo en 2014, cuando se situó en el 16,7%.

Sin embargo, en ese mismo intervalo de tiempo, la tasa de empleo de los trabajadores de más edad (de entre 55 y 64 años) ha aumentado más de diez puntos, pasando del 44,5% en 2007 al 54,7% de 2020. Así, la brecha de empleo entre ambos grupos de edad se ha multiplicado por siete en 13 años. Con todo, el problema no se resuelva anticipando o precipitando la jubilación de los mayores. En efecto, no existe un efecto de sustitución: «en una industria, esto puede pasar -ha dicho Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas-, pero en la economía en general no existe un número de horas que hayan de repartirse entre todos. La economía de mercado no es un juego de suma cero [...]. En la economía se crean unas dinámicas en las que se trata de hacer el pastel más grande y que así se beneficien todos. Unos se beneficiarán más que otros«.

Este retraso de los jóvenes en encontrar trabajo reduce el tiempo total de cotización del trabajador. Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, ha advertido de que la baja tasa de empleo de los jóvenes es otro factor importante que influye en la baja duración de la vida laboral de los españoles. «Al incorporarse más tarde al mercado laboral, su expectativa de vida profesional es también menor». Según datos de Eurostat de 2020, los españoles cotizan una media de 34,8 años antes de jubilarse, casi un año menos que el conjunto de la Unión Europea (35,7 años) y muy por detrás de países como Alemania, donde la duración media de la vida laboral es de 39,1 años. Evidentemente, esta merma dificulta la sostenibilidad del sistema de pensiones pero no puede ser esgrimido como inconveniente para mantenerlo íntegramente porque de lo que se trata es de corregir las malas políticas de formación y activas de empleo

En definitiva, el compromiso que las instituciones y la sociedad en general deben adquirir para incorporar como es debido a los jóvenes al trabajo en cuanto han terminado de prepararse para ello, debe fortalecerse. Para ello, es preciso vitalizar la formación profesional y la Universidad, principales vías de incorporación al mundo laboral. Y para que no haya discontinuidad entre el periodo de formación y el ejercicio profesional, lo mejor es introducir de la mejor manera posible un solapamiento entre ambos. El aprendizaje del alumno junto al maestro mientras aquel concluye sus estudios es el mejor medio de capacitar a las generaciones emergentes.

Hay una larga y densa bibliografía que explica cómo hacen los países más adelantados para introducir a los jóvenes en los engranajes de la economía real a una edad aceptable, que permite la emancipación de muchos apenas cumplidos los veintipocos años. En cierto modo, hemos de desarrollar en esto el sentido de imitación siguiendo las huellas, por ejemplo, de las políticas alemanas.