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Si en el siglo XIV la epidemia de peste bubónica hizo que Boccaccio escribiera 'El Decamerón', el confinamiento forzado por el coronavirus está haciendo que brote en la prensa escrita, en radio y en redes sociales una polifónica generación de diaristas. Al contrario de lo ... que confiesa Manuel Vilas en Twitter: «Ahora que tengo todo el tiempo del mundo para escribir, lo que hago es esperar. Esperar el regreso de la vida», esta nueva generación no excava únicamente en la llamada 'literatura del yo', sino que explora lo cotidiano a través de nuestra condición de seres sociales; es decir, en lo que cada hombre tiene de individuo, de ser único, y a la vez de miembro de una comunidad. Gente que nos cuenta lo que le ocurre a él no por tratarse de Fulano de Tal, sino porque somos capaces de reconocernos en su relato, en su testimonio, en sus inquietudes. Gente, convencida de que ahora –acaso más que nunca– las campanas doblan por todos nosotros.
Diaristas que miran desde la ventana pero ven más allá de lo que les alcanza la vista porque están mirando al interior de sí mismos. Es verdad que muchos de ellos llevan años ejercitándose en el oficio a través de blogs y columnas en la prensa. Atrás quedaron las épocas en que 'llevar un diario' resultaba afán de adolescente o de escritor profesional. Andrés Trapiello, seguramente la voz más autorizada en materia 'diarística', lo explica mejor que nadie en el prólogo a 'Do fuir', el tomo 9 de su enciclopédico 'Salón de pasos perdidos': «el secreto de un diario íntimo está en hablar con intimidad de todo menos de uno mismo. O bien al revés, hablar de uno mismo como si lo hiciera un prójimo».
Los textos de la nueva generación de diaristas me parecen relevantes y 'enganchan' porque antes que a una sucesión de episodios inconexos y distantes nos derivan al escenario concreto del COVID-19, que a todos nos concierne. Sabemos que se trata de miradas personales, pero a un periodo de interés general. A un acontecimiento del que recordaremos detalles –y sobre todo el espíritu– igual que sucede con esas fechas claves de la historia reciente cuando el relato gira en torno a dónde te encontrabas el 23-F (los más mayores), el 11-M o cómo recuerdas, por ejemplo, la caída de las Torres Gemelas.
Y enfoques multicolores. Desde quien describe la vida, a la fuerza rutinaria entre cuatro paredes, hasta quien parodia a 'la vieja del visillo' o elucubra sobre el futuro distópico que nos acecha. A mí los diarios que más me interesan son los dedicados a los héroes de estos días (empezando por los sanitarios) o a peripecias como las de ese 'sin techo' de mi ciudad, ese Azarías callejero, que saluda siempre al paseante con la misma melopea: «No somos personas, solo somos átomos». ¿Qué habrá sido de él?
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