Empachado de fanáticos
La carta del director ·
«Me es casi imposible articular un argumento para analizar cualquier aspecto de la actualidad sin referirme a ese estéril frentismo irreconciliable entre opciones políticas que pilota nuestro país»Secciones
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La carta del director ·
«Me es casi imposible articular un argumento para analizar cualquier aspecto de la actualidad sin referirme a ese estéril frentismo irreconciliable entre opciones políticas que pilota nuestro país»Para los de mi generación, el periodista vasco Iñaki Gabilondo es mucho más que un ejemplo, un maestro o un referente de la profesión. Gabilondo es un mito. Es un símbolo, la voz, el vivo retrato de todo a lo que aspirábamos como informadores cuando ... comenzamos en este oficio tan cabrón. Le vi por primera vez en el aula magna de la Universidad de Navarra, a principios de los noventa, mientras retransmitía desde allí y en directo el programa matinal de la cadena Ser. Cientos de alumnos de la Facultad de Periodismo nos apelotonábamos en las butacas y pasillos de aquel pequeño salón solo para escucharle y verle. Como sucedía cuando iba Luis del Olmo o Antonio Herrero, otros dos de los grandes. ¡Qué tiempos! Esta semana Gabilondo ha dicho que dejará de ofrecernos sus comentarios diarios porque está «empachado». El hartazgo le hizo expresarse así ante los micrófonos con Angels Barceló: «Para sumarse al día a día de una lucha partidista tan encarnizada hace falta unas fuerzas» que ya no tiene y «una fe que flaquea. No quiero ser el cenizo pesimista de las 8.30 horas». Esa poca fe la siente por nuestra dirigencia, por el debate público, por el escaso valor de que gozan en España valores como el diálogo, la sensatez, la responsabilidad, el coraje, la ética y la coherencia en política. Me siento igual muchas veces. Empachado. Y un poco cenizo. Hay quien ha comentado estas cartas en la web con este sarcástico enunciado: «Ortiz o el optimismo». Pero oiga, nadie con más ganas que yo de intuir una luz de positivismo en nuestro horizonte como colectividad… Sobre todo, me siento empachado porque me es casi imposible articular un argumento para analizar cualquier aspecto de la actualidad sin referirme a ese estéril frentismo irreconciliable entre opciones políticas que pilota nuestro país. Es un sentimiento frustrante percibir que solo unos pocos espacios periodísticos, como El Norte de Castilla, mantienen su vocación original de servir de lugares en los que puedan encontrarse, siempre, libremente, las diferentes visiones y sensibilidades que arman el relato de nuestro presente. Ahí fuera, en partidos y tertulias, solo hay rigideces, hooligans, forofos y carriles de un único sentido. Dependiendo de quién diga o haga algo, cada partido, cada opinador, tiene una reacción automática prevista de rechazo o aprobación y esa dinámica, incendiada hasta la exageración por la redes, se ha contagiado de manera enfermiza a la opinión pública como una inmensa mancha de gasolina que prende con la mínima polémica. La necesidad de tener razón es señal de un espíritu vulgar, decía Albert Camus. Y Charles Darwin, que sin la duda no hay progreso. Algunos periodistas, Gabilondo es uno de ellos, intentamos encontrar espacios argumentativos para reunir, para ensamblar, para sumar, para conciliar, rectificar o ceder. Y respetar. Siempre. Obviamente, desde nuestro rol profesional. Es desolador, una fatiga inmensa, comprobar todas las semanas que esos espacios son cada vez más chicos, poco comprendidos y, aún menos, compartidos. España se ha convertido en un territorio solo propicio a los fanáticos. Como muy bien les definió Churchill, son aquellos que no pueden cambiar de mentalidad y nunca quieren cambiar de tema.
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