Emoción de censura

La política ya no es título de honra, es estigma y mala fama. Turbia ingeniería para hacerse con el poder a cualquier precio que unta a filibusteros y corrompe minorías. Lo de Ciudadanos es la crónica de una muerte anunciada. Arrimadas dará la última paletada a la fosa que cavó Rivera y sálvese quien pueda.

Mención aparte merece lo ocurrido en Madrid. A Iglesias le distrae Netflix de sus deberes ministeriales y prefiere la arenga y el mitin al tajo del despacho. Culo inquieto y escapista contumaz ha preferido una huida hacia delante de difícil pronóstico. Una salida de emergencia con la que cebar su aura de líder ungido por la historia, de mártir inmolado por una izquierda que él mismo se ha ocupado en liquidar.

En Castilla y León también se ha urdido un plan renove y hay moción y emoción hasta el final. Un brindis al sol para el que creíamos que no se necesitaban alforjas, pero la desconfianza es ahora la seña de identidad de los partidos y ya todo parece posible. Sería increíble que, pese a los cantos de sirena que haya desplegado el impaciente Tudanca, los de Igea no cerrasen filas y censurasen su propia gestión. Aunque vaya usted a saber, que ya le previnieron a Julio César: ¡Guárdate de los idus de marzo!