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R. C.

Elogio de las Casas de Socorro

DADOS RODANDO ·

«Ante el colapso permanente de los centros de salud, o su cierre a media tarde, los pacientes acuden a los hospitales para casos banales, haciendo mal uso de un servicio pensado para algo más que una otitis»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 23 de agosto 2022, 00:25

Muchos lectores lo recordarán bien. En los años sesenta y setenta, raro era el niño que no se veía obligado a pasar alguna vez por la Casa de Socorro, una instalación sanitaria abierta durante todo el día que atendía sin cesar casos de brazos rotos, ... quemaduras o brechas en la cabeza. Era una forma rápida y eficaz de solucionar los problemas médicos de las familias sin que estas tuvieran que acudir al servicio de urgencias del hospital.

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La reorganización de la estructura sanitaria en España decidió eliminar estas populares instalaciones y apostar por los centros de salud. La idea tendría sus razones, pero la realidad es que los médicos alertan de una súbita saturación de los servicios de urgencia hospitalarios en todo el país con subidas, en algunos centros, de hasta el 50%. Estos últimos meses se han batido récords en la demanda este tipo de prestaciones con el consiguiente problema para los casos graves que requieren una atención inmediata. Ante el colapso permanente de los centros de salud, o su cierre a media tarde, los pacientes acuden a los hospitales para casos banales, haciendo mal uso de un servicio pensado para algo más que una otitis, una inflamación de la garganta o un corte domestico mientras alguien cortaba jamón o abría, sin destreza, una lata de conservas.

Ante este tipo de situaciones hay ciudadanos muy concienciados a los que no les queda otra que acudir a las urgencias de su hospital de referencia para que les prescriban un antibiótico, un antiinflamatorio o les apliquen unos puntos de sutura, aunque sean de aproximación. La falta de lugares especializados para este tipo de situaciones es un debe que apuntar en nuestro sistema.

Los grandes centros sanitarios son excelentes y funcionan generalmente bien. Los casos graves son tratados con prontitud y diligencia, pero existe un déficit en los problemas comunes del día a día, aquellas afecciones que no pueden ni deben llegar a urgencias y que tendrían que resolverse en un ámbito de proximidad. Es verdad que hay gente, sin demasiados miramientos, que ha descubierto la forma de saltarse la lista de espera acudiendo al hospital para cualquier cosa, pero también es cierto que, en muchas ocasiones, no queda otra salida ante un accidente doméstico o una afección que, aunque leve, puede resultar muy molesta. Es una cuestión de educación sanitaria y, al mismo de tiempo, de apertura de centros que puedan atender este tipo de problemas día y noche.

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Es por ello que se echan de menos las Casas de Socorro con su olor inequívoco a alcohol y desinfectante. Allí, un par de médicos y otro de enfermeros, podían resolver un elevado tanto por ciento de los casos comunes que requieren pronta atención: una luxación, una fractura menor, un dolor repentino, una herida sangrante, y así podríamos seguir enumerando situaciones que están en la mente de todos.

Muchos ignoramos por qué se tomó aquella decisión de despedida y cierre sin plantear una sustitución igual de eficaz y práctica para los pacientes. Hoy, una Casa de Socorro actuaría como un eficaz dique de contención que salvaguardaría las urgencias sanitarias que quedarían para aquellos casos graves que realmente requieren un nivel especializado de atención. Quizá a algunos esto de volver la vista atrás hacia algo que funcionaba bien y un día desapareció, les parecerá antiguo, pero la cosa no va de cronologías, sino de atención cercana y de utilidad para los usuarios de nuestro Sistema Nacional de Salud. De hecho, va de resolver problemas y, de paso, facilitar nuestra vida cotidiana.

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