El último clásico Barça-Real Madrid ha dejado en el ambiente una intensa polémica nacional sobre si el agarrón de Leclerc a Sergio Ramos fue o no penalti. En función de las simpatías de cada analista y/o hincha de uno u otro equipo su ... juicio ha sido afirmativo o negativo. Ni siquiera la imagen del VAR repetida una y mil veces ha sido suficiente para poner de acuerdo a ambas partes. Ni el árbitro neutral, ni el VAR aséptico y tecnológico son capaces de vencer la pasión partidista. Como en política. Koeman, el entrenador holandés del Barcelona, ha aprendido rápido a manejarse en las polémicas como si fuera un 'indepe'.

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Ya es un experto en el manual para intentar difuminar su responsabilidad en la derrota y cómo presionar a los árbitros para la próxima. Que si el VAR sólo lo utilizan para perjudicar a su equipo; que a ver cómo funciona el VAR en España; que si uno del Getafe me ha faltado al respeto. Victimismo y exclusivismo. Ya hemos visto cómo el VAR constitucional no ha servido para que los soberanistas en Cataluña acepten las reglas de juego. Les basta con decir que los que manejan la herramienta (el TC) son enemigos de Cataluña o los ha nombrado la extrema derecha o responden a intereses partidistas, para invalidar una resolución (un penalti) en su contra.

Pero la política nacional es un interminable enfrentamiento entre partidarios de uno u otro equipo donde ha desaparecido la verdad constitucional. Que sería como el VAR de la política. El Gobierno decide presentar una reforma legal para renovar a los miembros del CGPJ eludiendo la regla de los tres quintos que es como cometer un penalti en el área constitucional, pues los partidarios de la coalición de Sánchez sostienen que no hay falta. Que la falta la ha cometido el otro; el que les ha impedido colar el gol de vestir con su camiseta a los nuevos jueces. Ya no existe la verdad constitucional como no existe un penalti indiscutible, porque ni se respetan las decisiones del TC ni las del VAR.

El Ejecutivo decide implementar un estado de alarma de seis meses y saltarse el debate y control parlamentario. Parece una clara falta contra las reglas constitucionales. Un claro penalti. Pero los hinchas del Gobierno se ponen la camiseta de la coalición y agitan argumentos para ahorrar a Sánchez el trago de pasar por el Parlamento cada quince días. Dice el ministro Ábalos que los indultos que está preparando para sacar de la cárcel a los sediciosos del 1 de octubre en Cataluña son una aportación para normalizar. Debe ser la nueva normalidad política. No parece muy constitucional premiar la sedición ni enviar un mensaje de impunidad. Pero quien diga lo contrario será «por intereses partidistas». No hay VAR que pueda con ello.

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