El PP

Sensaciones tan encontradas, tan contrapuestas, son las propias de quien estando con los tacos en la línea de salida espera escuchar el sonido de una bala al aire para salir corriendo sobre una pista de atletismo. Sobre el gatillo, en todo caso, se encuentra el dedo del presidente.

Mañueco sabe sonreír y lo hace con la misma habilidad que enmudece o pliega su hipotético cuaderno azul para esconderlo en el cajón de su despacho. Él y solo él sabe qué ocurrirá en las próximas semanas y cuándo activará la maquinaria electoral. Disparo al aire.

Esa expectación, excitante por otro lado, multiplica las miradas sobre el presidente. Las miradas, y todo lo demás. Hay especulaciones en todos los sentidos, se hacen quinielas en los corrillos del café y, quien más y quien menos, apunta a una tesis doctoral sobre la cuestión. No se apuren, habrá adelanto electoral, es el resumen.

Resuelta la primera cuestión queda en el aire conocer el momento en el que se percuta la bala y comience la carrera. Y por ahí, más quinielas. Solo que en ese punto todos coinciden: tras la cita de León, tras ese congreso que de nuevo aupará a Fernández Mañueco como presidente, la cuenta atrás dará inicio.

León encumbrará al actual presidente autonómico popular el 15 y 16 de enero. Comiencen a contar. Será una aclamación en toda regla porque no hay en el horizonte ni una brizna de duda de que es precisamente el trampolín leonés el que debe relanzar al presidente por delante de sus rivales políticos.

Tantos factores respaldan al PP que, en realidad, cuanto sucede en su entorno parece insignificante en lo político e insuficiente en una carrera electoral. Si solo fuera una cuestión deportiva la realidad dejaría ver a un ganador que ni tan siquiera precisaría esforzarse en los metros finales, podría ganar caminando. A su lado el resto de deportistas se quedarán en el camino, unos víctima de un tropiezo, otros con los cordones mal atados, incluso algunos no serán capaces de abandonar la línea de salida. Terrible.

Mientras todo favorece al PP, el PSOE se consume en un proceso de difícil digestión. Su éxito electoral ha sido su propio fracaso, un asunto casi rocambolesco. Tiene razones Luis Tudanca para sufrir pesadillas nocturnas.

Que todo fluye a favor de las siglas populares es un aspecto que no se puede dudar, mucho más cuando nada hay en el entorno que le perturbe. Ciudadanos, mucho menos. La formación naranja es una vela que se consume. Una pena porque su ingenio político en algunas cuestiones es francamente envidiable. Pero se va a pique. Así es la política. Y mientras el barco se hunde quedará, como último acto, unas intensas primarias para ver quién ocupa la cabeza de cartel y a Igea le gustan de lo lindo este tipo de cuestiones.

Cuando Mañueco dispare al aire a Podemos le silbarán los oídos. Nada nuevo. Y cuando la bala comience a descender a VOX le será indiferente y partidos como la UPL se limitarán a sacar la calculadora. No hay mucho más.

Como el resto de actores, los periodistas empleamos estos días en fijar la mirada en el tipo que lleva la pistola y suspiramos por ver el momento en el que levante su brazo. De reojo, muy de reojo, solo vemos a un grupo de angustiados corredores a los que curiosamente no les dejan de temblar las piernas.