El Reino Unido vira hacia la izquierda. La convocatoria anticipada de elecciones por parte del primer ministro conservador, Rishi Sunak, trataba de adelantarse a un desastre que la cita de este 4 de julio no pudo más que confirmar. Sunak ofreció la señal definitiva al admitir así que el Partido Conservador no podía aguantar hasta otoño el desgaste que sufría. El partido en el Gobierno no fue capaz de transmitir señal alguna de recuperación o de confianza. Las divisiones internas afloraron con mayor crudeza ante un pronóstico tan aciago. Y el propio sistema electoral se encargó del resto: Gran Bretaña dividida en 650 circunscripciones que envían a la Cámara de los Comunes al candidato que quede primero. Un sistema que en períodos de calma y satisfacción general prima al partido en el Gobierno, pero que en el descontento propicia un vuelco total. No es casual que el líder laborista, Keir Stamer, despidiera la campaña atribuyéndose haber cambiado su partido para cambiar Reino Unido. Buena parte del éxito conservador durante 14 años se debió al descrédito del laborismo, incluso a pesar de que la secuencia Boris Johnson-Liz Truss-Rishi Sunak no augurase remontada alguna para los 'tories'.
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Gran Bretaña ha vivido un tiempo de 'impasse' político. Ha contenido la respiración. Y, al final, se ha rendido a la alternancia. El 'factor Stamer', el compromiso político de alguien que había rehuido la vida partidaria, ha tenido algo que ver con el viraje de ayer. Solo que su victoria estará a partir de hoy sujeta a un escrutinio diario. Reino Unido es una nave que no puede maniobrar por tacticismo. Mucho menos por demagogia. La crisis que vive el Partido Conservador que, más que idearlo, sucumbió al 'brexit', lo evidencia muy a las claras. La nueva mayoría laborista conoce qué causas han propiciado el vuelco: el encarecimiento del coste de la vida, una mayor precariedad, una sanidad pública exhausta y la migración visualizada a la vez como esperanza y amenaza. Pero Gran Bretaña continúa atrapada en el 'brexit', sin que Stamer se haya atrevido a afrontarlo como uno de los orígenes de las dificultades del país. El futuro 'premier' llega a Downing Street a contracorriente de lo que podría ocurrir con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y con la cronificación de la guerra de Putin. Pero está por ver que su nuevo laborismo se muestre lo resolutivo que necesitaría ser para representar a la mayoría de los británicos y contribuir a que la Europa más democrática recupere energía.
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