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La UE ha sabido reaccionar a las consecuencias de la guerra en Ucrania y la pandemia con un grado de unidad reconfortante a la par que novedoso. En los últimos años ha ganado protagonismo, aunque sigue muy lejos de alcanzar la influencia que se le ... presume a una potencia económica de su calibre y sin encontrar el hueco que le corresponde en un mundo polarizado entre EE UU y China. Esa realidad se explica en parte por su acusada dependencia en materia de defensa, tecnológica o energética, pero especialmente por una inexistente política exterior común digna de tal nombre que le permita hablar con una sola voz y ejercer en los grandes conflictos un liderazgo acorde a su teórico peso. Su descoordinada respuesta al que libran ahora Hamás e Israel constituye un inquietante ejemplo de esa carencia. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha subrayado –como varios socios– el derecho de Israel a una legítima defensa. Sin cuestionarlo, el alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell, ha puesto el foco –como otros Estados– en que el Ejército hebreo vulnera el derecho internacional en Gaza. Mientras la UE no se exprese con un criterio único en cuestiones de esta trascendencia, su capacidad de influir en ellas será muy limitada.
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