Las negociaciones entre Israel y Hamás de cara a una tregua sobre Gaza, a cambio del regreso de rehenes secuestrados por el terrorismo islamista palestino el 7 de octubre de 2023, la liberación de presos que se encuentran en cárceles hebreas y la retirada de efectivos militares de la Franja, se encuentran en su tramo final. Así lo notificaron ayer tanto la mediadora Qatar como la Casa Blanca y portavoces de Hamás, refiriéndose a la información transmitida por su parte a otros grupos palestinos. Una escalada demencial provocada inicialmente por la facción que condiciona la causa palestina, seguida de una respuesta israelí que ha causado más de 50.000 muertos en la Franja por bombardeos, hambre, inclemencias y enfermedades, y que ha estado a punto de desembocar en una deflagración regional de alcance global, parece atenuarse de manera notable.
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Aunque el término tregua adquiere siempre connotaciones inciertas en el conflicto palestino-israelí. Sobre todo cuando se limita a dos meses. El regreso de rehenes a Israel y la puesta en libertad allí de palestinos será una gran noticia para la inmensa mayoría de quienes se sitúan a ambos lados de una divisoria milenaria. La paz, aunque sea temporal y se presuma quebradiza, es una necesidad compartida por los pobladores de Oriente Próximo. Todos estos meses de enfrentamiento violento han diezmado tanto los recursos y la confianza de las partes en contienda, que el alto el fuego responde especialmente a su extenuación. Al debilitamiento incesante del Eje de la Resistencia tras la inimaginable derrota de Hezbolá a manos de la inteligencia israelí, a las dificultades mostradas por Irán para afrontar su crisis interna y continuar liderando arremetidas contra Israel, y a la debacle definitiva que supone la estrepitosa caída del régimen de Bashar al Assad en Siria.
También Tel Aviv necesitaba la tregua. No sólo para reordenar sus fuerzas ante el nuevo escenario sirio, dándoles descanso, sino para entreabrir una ventana de esperanza a un mañana no necesariamente bélico a todas horas. El inminente traspaso de poderes al frente de Estados Unidos ha hecho el resto. Donald Trump prefiere tomar posesión de la presidencia sin temor a que ese día o al siguiente rebrote la crisis en la orilla sur del Mediterráneo, y la Administración Biden está muy interesada en que se sepa que el acuerdo de Doha responde a la hoja de ruta propuesta desde hace meses por una Casa Blanca demócrata.
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