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La decisión del Banco Central Europeo de mantener el precio del dinero en el 4,5% supone un jarro de agua fría para inversores y prestatarios que albergaban la expectativa de que el BCE moviera ficha. Ni el descenso de la tasa de inflación en ... la eurozona hasta el 2,9%, ni la debilidad del crecimiento económico –se contrajo un 0,1% en el último trimestre– han sido suficientes argumentos para convencer al equipo de Christine Lagarde. Todo el abanico de créditos tanto industriales como al consumo o hipotecarios resultará lastrado por tipos altos hasta que, a juicio del Consejo de Gobierno del BCE, se produzcan cambios «significativos» en la inflación. La estricta política monetaria de las autoridades bancarias europeas está encontrando también argumentos de justificación por los incrementos salariales y el mercado laboral que están impidiendo la caída de la inflación subyacente. La tentación proteccionista de algunos estados también está encareciendo los precios en el mercado contribuyendo a generar mayores presiones inflacionistas. Con todo, es discutible que sostener el objetivo del 2% de inflación como hace el BCE sea la política más eficaz si, a cambio, la actividad económica en la eurozona amenaza estancamiento.
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