La puesta de largo de la plataforma Sumar escenificó ayer el cierre de filas en torno a Yolanda Díaz de una quincena de fuerzas situadas a la izquierda del PSOE coincidentes en la necesidad de anteponer a sus diferencias la articulación de un proyecto común ... con el doble objetivo de movilizar ese espacio político y reeditar un Gobierno de coalición progresista en el que ejercer una apreciable influencia. Rodeada de los líderes de Izquierda Unida, Más País, En Comú y Compromís, entre otros, la vicepresidenta segunda confirmó su candidatura a la Moncloa en un acto masivo en el que tan llamativa como las presencias fue la clamorosa ausencia de la cúpula de Podemos, a la que ni siquiera mencionó, por la falta de acuerdo para integrarse en un proyecto al que esa fractura lastra, a priori, sus expectativas electorales. El pulso público entre la marca morada y la sucesora designada por Pablo Iglesias hace dos años, con cruces de acusaciones más propios de encarnizados rivales que de compañeros de viaje, ha encallado en las listas previa celebración de primarias abiertas y en la frontal resistencia del partido de Ione Belarra a quedar diluido en una alianza que no esté bajo su control.
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Aunque queda tiempo para cerrar un pacto de cara a las generales de diciembre, no lo ponen fácil unas relaciones muy deterioradas ni el hecho de que entre los socios de Yolanda Díaz abunden antiguos agraviados por Podemos con una visión del ejercicio de la política contrapuesta a la de esa formación. La candidata huyó ayer de tutelas y verbalizó su ambición de ser «la primera presidenta» del Gobierno español con un tono que parecía descartar ese entendimiento. Si al final se diera, resultaría harto difícil recomponer una imagen creíble de unidad tras los rifirrafes.
La ministra de Trabajo atesora el bagaje de una gestión que ha reforzado su proyección exterior ante el electorado progresista. Plasmar esa tarea en votos es su gran desafío después de que Pedro Sánchez la haya avalado como su aliada favorita para mantenerse en el poder, lo que pasa por construir un bloque fuerte a su izquierda contra el que juegan la división en ese espacio y la ley d'Hont. La fractura entre Díaz y Podemos dificulta ese objetivo y aumenta el riesgo de desestabilización en el Gobierno en la recta final de la legislatura. No es descartable que tras la actitud de la marca morada se oculte una estrategia para crecer ante la convicción de que es inevitable el acceso de la derecha a La Moncloa.
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