La satisfacción entre sus más próximos por el acuerdo que convertirá desde hoy a Julian Assange en un hombre libre convive con la frustración de los colectivos que reclamaron su excarcelación en nombre de la libertad de expresión. Porque para abandonar la cárcel británica de máxima seguridad y regresar a su Australia natal, el informático ha tenido que declararse culpable de «conspiración para obtener y revelar información relativa a la defensa nacional» de Estados Unidos. El cansancio con el caso que evidenciaba Joe Biden ya anticipaba una resolución, aunque una renuncia a lograr la extradición del encausado difícilmente podía 'perdonar' la mayor filtración de información clasificada de su historia. La esposa de Assange anuncia una petición de perdón para borrar la aceptación de culpabilidad por espionaje. El cierre del proceso sienta un dañino precedente que abre la puerta a la persecución de periodistas bajo la ley estadounidense. Sin que exista la esperanza de que ni EE UU ni otras democracias hayan renunciado a reproducir las graves violaciones de la legislación internacional que conocimos por WikiLeaks y a las que ya asistimos a diario y en directo.
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