El anuncio el martes por BBVA a la Comisión Nacional del Mercado de Valores de su interés en explorar una posible fusión con Banco Sabadell abre el camino para alumbrar, si la operación fructifica, la tercera mayor entidad de Europa y la líder por activos ... en España. El movimiento sacude un sector sometido en el pasado reciente a un intenso proceso de concentración –en especial, a raíz de la debacle financiera de 2008 que puso contra las cuerdas a la mayoría de las antiguas cajas de ahorros– que ha reducido drásticamente las marcas existentes y limitado la competencia. Los dos grupos protagonizaron un movimiento similar en 2020, frustrado por abismales diferencias sobre el precio. En esta ocasión, y tras la formalización por Bilbao Vizcaya Argentaria de su oferta –en síntesis, un canje por acciones con una prima del 30% a fecha del lunes, antes de desvelarse la eventual fusión, y una vicepresidencia para la entidad catalana–, la forma de pago, al menos una parte de la cual Sabadell ambiciona en metálico, y el reparto de poder se prefiguran como los escollos negociadores.
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A la espera de cómo evolucionen los contactos, la operación tiene plena lógica económica al tratarse de dos bancos complementarios, tanto en sus negocios como en sus mercados geográficos, y con considerables sinergias. El BBVA está centrado en banca comercial y de empresas, y cuenta con una fuerte presencia en México y otros países de Latinoamérica. Mientras, el grupo catalán destaca por su implantación entre las pymes y opera en Gran Bretaña a través de su filial TSB. La negociación aclarará si las favorables condiciones a priori para su encaje en un nuevo gigante fructifican en un entendimiento satisfactorio entre ambas entidades, cuya dimensión es muy desigual. Las circunstancias son muy distintas a las que rodearon el fallido precedente. El tamaño sigue siendo un elemento relevante en el sector. Pero, a diferencia de entonces, cuando la pandemia amenazaba su solvencia, la banca ha reforzado sus balances, exhibe músculo con unos beneficios récord y se ha adaptado a la digitalización. BBVA y Sabadell son hoy mucho más fuertes y competitivos. Si su fusión se materializa no será por una necesidad inexorable, sino por el diseño de un proyecto de futuro más seductor que seguir por separado. En tal supuesto es de esperar que, además de ser fructífero para sus accionistas, lo sea para la economía, optimice el servicio a sus clientes y no conlleve ajustes traumáticos de plantilla.
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