Suecia acaba de convertirse en el miembro número 32 de la OTAN, poniendo así fin a dos siglos de neutralidad y no alineamiento. El país escandinavo, cuya bandera ondeará desde el lunes en el cuartel general de la Alianza Atlántica en Bruselas, intensificó su percepción de riesgo alarmado por la inesperada invasión de Rusia a Ucrania. El primer ministro sueco calificó la entrada en la Alianza de momento de histórico y de una victoria por la libertad tras haber superado los vetos de Turquía y Hungría que han retrasado casi dos años la integración. La OTAN amplía con la entrada del país nórdico su músculo militar cuando Europa vive un momento particularmente sensible y trágico después de dos años de guerra en el continente. La virulencia del ataque ruso al país que constituye la frontera europea para frenar las aspiraciones expansionistas de Putin ha cambiado la percepción del riesgo de confrontación militar y está acelerando a marchas forzadas la necesidad de crear una Europa de la Defensa. Suecia aportará a la Alianza una industria militar de primera clase pero el resto de los países cada vez están más persuadidos de que deben intensificar sus propias industrias de defensa para depender, en menor medida, de EE UU.
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