El acuerdo de los ministros de Industria de los Veintisiete para retrasar en dos años la entrada en vigor de los límites de emisiones contaminantes en el transporte por carretera equivale, en la práctica, a una relajación de la ambición para combatir la crisis ... climática. La propuesta que la Comisión Europea –Euro 7– lanzó hace casi un año choca con la minoría de bloqueo formada por ocho países, con Francia e Italia a la cabeza. Y perturba los intereses de la industria automovilística, que se queja de la inversión que se le impone para producir vehículos que desde 2035 ya no se podrían vender. La presidencia española se felicita por mantener las exigencias actuales y diferir los nuevos requisitos, aunque está pendiente la negociación con la Eurocámara una vez que esta apruebe su propio planteamiento, seguramente sensible a intereses tan amplios como encontrados. El argumento del realismo como guía para la transición energética no puede ignorar la distinta capacidad de influencia de los sectores implicados, ni la creciente alarma de los organismos internacionales por los efectos del calentamiento global en la salud de los ciudadanos y en los cada vez más frecuentes desastres meteorológicos.
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