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El Consejo Europeo, reunido ayer en Granada de manera informal tras una jornada compartida con la representación de otros 25 países limítrofes, tuvo que afrontar un orden del día más propio de cumbres oficiales: la agenda estratégica de la Unión, con su ampliación en el ... horizonte de 2030, los desafíos que presenta la inmigración para un entorno condicionado no solo por sus límites físicos y necesidades poblacionales, sino también por la activa presencia de corrientes reacias a la acogida de personas. El propio presidente de turno, Pedro Sánchez, admitió que las incógnitas comunitarias deberán despejarse durante el mandato belga, que tomará el relevo al español, con el problema de que se verá afectado por las elecciones europeas de mayo.
La guerra de Putin para hacerse con Ucrania despejó dudas sobre la necesidad que la Unión tenía de ampliarse hacia el Este. Pero, al mismo tiempo, obliga a perseverar en que los países candidatos cumplan con los requisitos de solvencia democrática y cohesión interna precisos para que su adhesión sea positiva para ambas partes desde el primer momento. Se procederá a una evaluación por separado, en la que será importante el esfuerzo de cada aspirante para mitigar la factura que supondrá su incorporación, de modo que sean los menos y en la menor cuantía posible los socios que tengan que pasar de beneficiarios a contribuyentes netos de los fondos europeos.
La UE tiende a mostrarse de puertas abiertas hacia las naciones del continente, mientras aumenta sus prevenciones ante las personas procedentes especialmente del otro lado del Mediterráneo. El Consejo Europeo optó por un silencio final al respecto impuesto por Hungría y Polonia, con Italia al fondo. Hasta el punto de que Víktor Orbán incurrió en el inadmisible despropósito de comparar el pacto migratorio con una «violación» que «nos obligan a aceptar», en una muestra ya reiterada de un lenguaje que no cabe en Europa. Existe un diagnóstico mayoritario sobre la necesidad de proteger mejor las fronteras exteriores frente al tráfico de personas, de procurar una migración legal, de avanzar en la cooperación con los países de origen y tránsito, y de un planteamiento global sobre visados, retorno y readmisión. Pero ni los Veintisiete pueden seguir sometidos a los prejuicios de uno u otro Gobierno ni la UE pensar siquiera en su ampliación mientras la unanimidad se convierte en un mecanismo propicio al veto ante cada progreso.
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