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Palestinos en una zona destruida tras los ataques aéreos israelíes en la ciudad de Gaza en octubre del año pasado. Efe
Primer año en el infierno
Editorial

Primer año en el infierno

El intento de Netanyahu de reordenar el tablero de Oriente Próximo socava la solidaridad hacia el país que sufrió el golpe terrorista de Hamás

El Norte

Valladolid

Domingo, 6 de octubre 2024, 08:46

El ataque de Hamás contra Israel, del que mañana se cumple un año, abrió la puerta al infierno en Oriente Próximo ya por sus consecuencias inmediatas: un terrible balance de 1.200 fallecidos, en su inmensa mayoría civiles, tiroteados o acuchillados en la ofensiva terrorista contra comunidades agrícolas, bases militares y un festival de música en zonas próximas a Gaza. La operación permitió a las milicias palestinas apoderarse de unos 250 rehenes, de los que más de un centenar quedaron en libertad a cambio de prisioneros. La permanencia del resto, vivos o muertos, en manos de sus captores prolonga el duelo entre sus familias y en la sociedad civil israelí, que mantiene viva la movilización en demanda de un alto el fuego que devuelva a casa a los desaparecidos. Una herida abierta desde hace doce meses alienta una protesta independiente que supone un reproche permanente a las autoridades hebreas.

El Gobierno israelí tardó horas en desatar la respuesta a un terror que había desnudado sus sistemas de seguridad. Los esfuerzos por recuperar a los secuestrados y el ánimo de «venganza» reconocido por Benjamín Netanyahu se han convertido en un castigo a los civiles de la Franja. Los bombardeos y el posterior despliegue de tropas en un territorio ya ocupado y habitado por dos millones de personas transformaron también en un infierno sus ya precarias condiciones de vida. Casi 42.000 muertos, edificios e infraestructuras destrozados, hambre y enfermedades jalonan una deriva que ha ido privando a los israelíes de la ola de solidaridad que desató la carnicería de Hamás. Las opiniones públicas del mundo reaccionan contra una campaña interminable que desprecia las resoluciones de la Corte Internacional de Justicia. La reciente arremetida contra Naciones Unidas y el propósito de que sus cascos azules abandonen el territorio libanés, donde Israel pretende eliminar la influencia que Irán ejerce a través de Hezbolá, perturba especialmente porque presenta a un dirigente democrático, sí, que se ampara en el derecho de defensa de su país para reordenar mediante la fuerza y la superioridad tecnológica el endiablado tablero de Oriente Próximo. Con la ayuda de Estados Unidos, reducido a un papel de suministrador de armas en esta etapa de incertidumbre electoral, sin aparente intención o capacidad de contener un enfrentamiento abierto con Teherán de impredecibles consecuencias para la región y el resto del mundo.

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