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Incluso en un ambiente de aguda polarización es exigible a los responsables públicos un comportamiento respetuoso con la institucionalidad. Por muy distantes que sean sus posiciones y muy deteriorada que esté su relación personal, nada justifica que una presidenta autonómica se niegue a acudir a una reunión a la que ha sido citada por el jefe del Gobierno para debatir cuestiones de interés común. Con su plantón, de inequívoco tufo populista, Isabel Díaz Ayuso vuelve a ejercer de verso suelto del PP al desmarcarse ruidosamente de la línea establecida por la dirección nacional, lo que flaco favor hace a la autoridad de Alberto Núñez Feijóo y choca con la postura de los demás barones de su partido. Todos ellos han accedido a entrevistarse con Pedro Sánchez para exponerle a la cara su frontal disconformidad con la financiación «singular» que proyecta para Cataluña sin que eso suponga ni una muestra de debilidad ni una dejación de sus principios, sino el cumplimiento de una obligación inherente el cargo. El sonoro portazo deja al PP en una incómoda situación que obligó ayer a Génova a hacer equilibrios para no desautorizarla, pero mantener, como proclamó en su momento Núñez Feijóo, que es un error no acudir a la cita.
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