El BCE ha tenido el sentido común de hacer una pausa en la vertiginosa escalada de los tipos de interés. Después de diez subidas consecutivas, los progresos en el control de la inflación así lo imponían. También el anémico crecimiento de la economía –un 0,1% en la Eurozona en el segundo trimestre–, aunque si algo ha demostrado el banco central es que, a la hora de contener los precios, no le tiembla el pulso por muy clamoroso que sea el peligro de una recesión. Su presidenta, Christine Lagarde, ha reconocido que la aguda restricción crediticia ha frenado con fuerza la demanda y amortiguado el IPC.
Publicidad
Pero el alivio que para las familias endeudadas supone la congelación de los tipos se esfuma ante el descarte de una caída próxima y la insinuación de que seguirán en el 4,5% durante meses, salvo que la guerra de Gaza desate nuevas tensiones inflacionistas y sean movidos al alza. Aunque los precios sean su prioridad, el BCE no puede ser insensible a los riesgos de una brusca contracción de la actividad. Por ello, debería manejar con tiento la política monetaria para evitar que un excesivo rigor transforme la actual estanflación –estancamiento y alta inflación– en un ciclo recesivo.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.