El gran apoyo obtenido por Roberta Metsola para su segundo mandato como presidenta dota al Parlamento Europeo, única institución comunitaria elegida directamente por los ciudadanos, del impulso imprescindible para atravesar unos próximos años exigentes. Y no solo por los retos geopolíticos que plantean la invasión de Ucrania, la destrucción de Gaza o la posibilidad de un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. También por la mayor presencia en la Eurocámara del potencial desestabilizador que supone una extrema derecha robustecida en las elecciones del 9 de junio aunque, en la práctica, debilitada por la pugna interna que la divide en tres grupos, los liderados por Viktor Orbán, el partido de Giorgia Meloni y Alternativa para Alemania. El compromiso de Metsola con «una Europa que funciona», su renovado abrazo a los ucranianos y el respaldo a políticas más inclusivas contra la polarización deben servir para contrarrestar la agenda extremista. Un propósito que inspira también la iniciativa de 63 eurodiputados para pedir al Consejo que adopte medidas efectivas contra el primer ministro húngaro por «usurpar» la representación de la UE en su desafiante cortejo a los autócratas.
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