Optimismo económico

La Comisión Europea ha sido el último organismo en sumarse a una revisión al alza de las previsiones económicas para España que, como las precedentes, supera las del Gobierno, tachadas en su día de excesivamente optimistas. El crecimiento del 3% que espera para este año –el más alto barajada por ahora– es tan sorprendente como posible y confirma a nuestro país como la locomotora de la Eurozona; una condición que mantendrá en los dos próximos ejercicios, aunque con un menor ritmo. La mejora del consumo, apoyada en el buen comportamiento del empleo y la rebaja de tipos, explica esa pujanza junto a un factor fundamental: el tirón del turismo. No obstante, sería ingenuo fiar exclusivamente a este último el futuro de la economía, salvo que se aspire a un crecimiento con pies de barro. Como lo sería ignorar las incertidumbres que acechan a corto plazo: desde una posible guerra comercial tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca al posible impacto de la DANA. La favorable situación con la que afronta España ese escenario no puede obviar la necesidad de reforzar las actividades de alto valor añadido y de corregir desequilibrios estructurales como su tasa de paro, la mayor de la UE.