Alberto Núñez Feijóo dispone de un mes para buscar los apoyos necesarios para ser investido en el pleno del Congreso del 26 y 27 de septiembre. El presidente del PP es el aspirante a la Moncloa que más reúne en este momento, por lo ... que es perfectamente razonable el encargo del Rey. Suma, en principio, 172 votos al contar con el respaldo de Vox, UPN y Coalición Canaria. Tan cierto es que le faltan solo cuatro para la mayoría absoluta como que su candidatura está abocada al fracaso, salvo mayúscula sorpresa, ante la férrea coincidencia del resto de la Cámara en impedir su acceso al poder al margen de que toda la izquierda, el nacionalismo y el independentismo se pongan o no de acuerdo en que Pedro Sánchez siga al frente del Gobierno. Ninguna novedad al respecto cabe esperar de la ronda de contactos anunciada por el dirigente popular.
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Que el intento vaya a resultar fallido con toda probabilidad no le resta relevancia. La propuesta de Felipe VI es una victoria testimonial de Núñez Feijóo al realzar su condición de ganador en las elecciones generales. Además, refuerza su liderazgo interno, que había suscitado dudas en un partido todavía en estado de shock tras el fiasco del 23-J, cuando daba por seguro su regreso al Ejecutivo. Y le brinda la oportunidad de demostrar su talla política y remontar el vuelo con vistas a unas próximas elecciones; bien a la inmediata repetición de las últimas si el PSOE no acepta las exigencias de Carles Puigdemont, bien a unas nuevas si ese complejo pacto se rompiera en unos meses. También tiene sus riesgos, como un desgaste si sale mal librado de la batalla dialéctica parlamentaria o se empecina en el error de dar verosimilitud a su investidura mediante un entendimiento con el PNV que es de todo punto inviable mientras Vox sea un socio ineludible para conformar una mayoría.
El PP ha de asumir que no gobernará sin una previa cita con las urnas. Y, a la vista de su errática estrategia reciente, si no refuerza el equipo con clamorosas carencias que rodea a Núñez Feijóo, no define de una vez su relación con Vox y no supera la contradicción entre la beligerancia discursiva con ese grupo y compartir poder en varias instituciones. Su gran desafío consiste en ensanchar su espacio político hacia el centro –lo que está relacionado con lo anterior– y construir una sólida alternativa que no se limite al eslogan de «derogar el sanchismo». El pleno de investidura es una magnífica ocasión para iniciar ese camino.
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