Bangladés, la octava nación más poblada del planeta, capta estos días la atención mundial y esta vez no se trata de una catástrofe por meteorología adversa o una tragedia en una de sus fábricas. Lo que comenzó a mediados de julio como una movilización estudiantil ... pacífica en demanda de oportunidades laborales para 18 millones de jóvenes desempleados ha terminado con la dimisión de la primera ministra y su huida del país. Sheij Hasina llevaba quince años en el poder y no quiso comprender que su obstinación en el clientelismo que la mantenía en el cargo ya resultaba insoportable para los ciudadanos. El malestar por la reserva de empleo público para descendientes de los que combatieron en la guerra de independencia de Pakistán, que beneficiaba a la élite política, ya se manifestó en 2018. El intento de recuperar ahora la medida redobló las protestas y una represión que se ha cobrado más de 400 muertos. La disolución del Parlamento ha dado paso al Gobierno interino que, bajo la dirección del Nobel de la Paz Mohamed Yunus, debe preparar lo antes posible elecciones libres y una transición «en paz, ordenada y democrática» como exige la ONU.
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