Volver a empezar es una ardua tarea para quienes lo perdieron todo en la DANA. Un mes después de las riadas que provocaron 222 muertos y una colosal devastación en Valencia, los gestos desesperados que perviven entre los miles de afectados por el desastre reflejan graves carencias de coordinación y medios en el reto pendiente de la recuperación. Pese al arreglo parcial de calles, hogares y negocios, las cicatrices de la catástrofe delatan lo mucho que aún queda por hacer, incluso en servicios básicos como el alumbrado y el saneamiento. Las imágenes de coches apilados en desguaces, edificios desalojados y colegios que siguen sin abrir revelan que lo más urgente es apuntalar la normalidad para luego avanzar en una reconstrucción que llevará largo tiempo, en la revisión de las medidas preventivas y en la depuración de responsabilidades por la deficiente respuesta inicial, sobre todo del Gobierno de Carlos Mazón. Las muestras de solidaridad ciudadana han sido ejemplares. Pero capear una crisis de esta envergadura requiere gestores públicos de la máxima competencia capaces de desplegar con urgencia cuanta ayuda sea necesaria. Por desgracia, hasta ahora no ha sido así.
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