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Los bancos centrales subieron los tipos de interés tan intensa como aceleradamente para domar una inflación desbocada a raíz de la guerra en Ucrania. A la vista de sus resultados, en octubre decretaron una pausa en esa estrategia. Ahora se acerca el momento de desandar ... una parte del camino. La Reserva Federal de Estados Unidos prevé reducir el precio oficial del dinero en torno a 0,75 puntos el próximo año y en un punto el siguiente. El BCE, que lo mantiene en el 4,5%, ni siquiera ha debatido esa hipótesis, aseguró el jueves su presidenta, Christine Lagarde; pero el escenario que proyecta y la evolución de los principales indicadores favorecen un movimiento de esa índole dentro de menos meses de los que cabía imaginar hace poco. La caída del euríbor lo anticipa.
Los vientos de la economía europea empujan con fuerza a la entidad a plantearse tal opción más pronto que tarde por mucho que los 'halcones' de cu consejo de gobierno se empeñen en alejarla 'sine die'. El IPC de la Eurozona retrocedió hasta el 2,4% en noviembre, solo cuatro décimas por encima del objetivo oficial. Mientras, la actividad se contrajo un 0,1% en el tercer trimestre respecto al anterior, lo que deja el área al borde de la recesión técnica a causa de la ralentización provocada por el frenazo del consumo y del crédito. Ambos factores son consecuencia directa del drástico endurecimiento de la política monetaria. Una medicina de caballo que ha mejorado sustancialmente la salud del enfermo, pero que de prolongarse en las dosis actuales durante más tiempo del conveniente puede resultar dañina y hundirlo en un pozo del que sería muy costoso salir. Las nuevas previsiones del BCE apuntan a un paulatino descenso de la inflación que le concede margen para insuflar oxígeno con unos tipos más moderados al raquítico crecimiento económico del 0,6% y 0,8% esperado para los dos próximos años. Se entiende que el banco central actúe con prudencia y no dé todavía por ganada una batalla en la que es preciso consolidar los progresos alcanzados. Pero también ha de evaluar los riesgos que una reacción tardía conllevaría tanto para el PIB como para el empleo de la zona euro.
La relajación del alza de los precios en España –3,2% de ascenso anual– constituye un alivio, que no acaba de llegar a la cesta de la compra y que se ha visto beneficiado por un efecto estadístico que se volverá en contra a corto plazo, lo que debe alejar cualquier conato de euforia.
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