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La moción de censura debatida en el Congreso entre el martes y el miércoles fue un extraño paréntesis dentro de la tónica polarizada de la política española. Pero siendo inédita la representación ofrecida en la Cámara Baja, cada formación no tendrá más remedio que confrontarse ... con todas las demás en una campaña que se adivina inédita hasta en sus mínimos detalles. Al choque entre los dos bloques –las izquierdas y las derechas– se le suma la tensión demoscópica latente por devolver al país al bipartidismo, orillando tanto a los partidos que dejaron de reivindicarse de la nueva política como a los grupos más periféricos respecto a Madrid. Aspiraciones y resistencias que operan casi al margen de la voluntad de sus actores. A lo que parece añadirse el ensayo, también inédito, del ticket entre el presidente Sánchez y la vicepresidenta segunda Díaz como una oferta electoral que invitaría a las izquierdas a votar indistintamente a uno u otra, en la confianza de que sumarían preservando hasta en los mítines la unidad sobre sus diferencias. Siempre a la espera de que Podemos no prefiera actuar por libre. Junto a la prueba a la que se enfrenta Alberto Núñez Feijóo de prescindir de Vox sin romper con Santiago Abascal, de prescindir de Abascal sin romper con Vox, con el propósito de llegar sobrado a la meta de las elecciones generales.
La peripecia electoral tampoco permite evasivas, tanto respecto a los límites propios como a los problemas que persistirán o aflorarán en los próximos ocho meses. Pedro Sánchez tiene ante sí la obligación de remodelar su Gobierno por la salida de las titulares de Sanidad e Industria, candidatas a las municipales del 28 de mayo. El presidente ha demostrado liderar la parte socialista del Ejecutivo hasta el punto de que sus ministros y ministras han renunciado a mostrar un criterio propio para empastarse como equipo, efecto de la oposición interna de Podemos. Pero esa misma expresión monocorde puede restar viveza a una oferta condenada inicialmente a secundar a Yolanda Díaz. Por su parte, Feijóo no puede limitarse a contrapuntear la actuación del Gobierno sin arriesgar algunas notas programáticas que permitan suponer que ofrece algo más que templanza. Del mismo modo que Sánchez lo tendrá difícil para prometer cambios que no se limiten al enunciado de nuevos derechos civiles y sociales antes de consolidar los vigentes, Feijóo no tiene más remedio que explicar en qué beneficiaría a los españoles apostar por otro gobierno.
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