El tirón del turismo explica en una parte nada despreciable la capacidad de resistencia de la economía española en una coyuntura poco propicia y el magnífico comportamiento del empleo. Las pernoctaciones en los hoteles han crecido un 10,8% este año, pese a la inflación ... y al aumento de los tipos de interés, y ya superan las cifras previas a la pandemia aunque los precios han aumentado un 24% por el encarecimiento de los costes y el empuje de la demanda. En julio las reservas alcanzaron los 43 millones y la ocupación media el 70%. Los datos del presente mes hacen presagiar un verano de récord. Esta evolución responde a un cambio en los hábitos de consumo tras la covid, que ha disparado las actividades vinculadas al ocio. Es comprensible que el sector se vuelque en aprovechar al máximo esta coyuntura de bonanza y en hacer su particular agosto. Pero también ha de tener visión de futuro y estratégica, lo que implica prudencia en el manejo de los precios y una modernización de la oferta que le permita ampliar el perfil de los visitantes y mantener su competitividad. Solo con el turismo de sol y playa será muy difícil conservar la actual potencia de la primera industria del país.
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