Una ola de pesimismo se ha apoderado de repente de los mercados financieros, que se asomaron ayer al abismo de un lunes negro tras haber dado ya muestras de debilidad la pasada semana. La economía global, que ha resistido con entereza las crisis derivadas ... de la pandemia y de las guerras en Ucrania y Gaza, se enfrenta a incertidumbres que ensombrecen su futuro y amenazan con lastrar su dinamismo a corto plazo. Algunos indicadores, como el frenazo en la creación de empleo en Estados Unidos, donde el paro encadena cuatro meses al alza, alimentan esa inquietud, ante la que las bolsas han reaccionado con una histeria que no parece tener una exacta correspondencia con la situación actual y que probablemente incorpora una corrección para recoger beneficios tras el espectacular rally alcista que han protagonizado en los últimos años.
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El mayor derrumbe del Nikkei –el índice de referencia de Tokio– desde el 'crash' de 1987 al desplomarse un 12,4% instaló en los inversores de todo el planeta sentimientos oscilantes entre el agudo nerviosismo y el pánico. La subida de tipos decretada por el Banco de Japón ha fortalecido el yen y amenaza con perjudicar las exportaciones niponas. A ello se suma el renacido temor a que el esperado aterrizaje suave de la actividad en EE UU derive en una recesión, un fantasma que ha cobrado fuerza por el deterioro del mercado laboral en julio y otros datos que apuntan a un enfriamiento de la actividad. El hundimiento en la disparada cotización de los gigantes tecnológicos tras unos resultados inferiores a los esperados completa un panorama en el que la Reserva Federal vuelve a estar en la diana de la crítica por retrasar al menos hasta septiembre las rebajas del precio del dinero. Es posible que se vea obligada a hacerlo a un ritmo superior al previsto para impulsar el crecimiento si nuevos indicadores apuntan una ralentización intensa.
Sería ingenuo infravalorar los riesgos que planean sobre el panorama mundial. La economía, aparte de cifras, es también un estado de ánimo, que ciertamente ha empeorado en las últimas semanas. Los bancos centrales –también el BCE– han de permanecer vigilantes para evitar errores del pasado en forma de respuesta tardía en el manejo de los tipos. Pero parece muy prematuro proclamar un cambio de tendencia aunque las bolsas se comportaran ayer por momentos como si estuviera a punto de materializarse.
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