La muerte de siete empleados de World Central Kitchen (WCK) por un ataque israelí, mientras circulaban por Gaza en tres vehículos identificados y siguiendo una ruta previamente notificada, llevó al fundador de la ONG, el chef español José Andrés, a requerir a las autoridades de Tel Aviv que «pongan fin a esta matanza indiscriminada» y «dejen de utilizar los alimentos como arma de guerra». WCK informó de que el convoy humanitario acababa de abandonar unas instalaciones en las que había depositado cien toneladas de comida, llevadas a la Franja por mar, cuando los misiles disparados por un dron acabaron con la vida de tres británicos, una australiana, un polaco, un estadounidense-canadiense y un palestino. Los contundentes comunicados e iniciativas de protesta de gobiernos aliados de Israel no se hicieron esperar. Manifestaciones de las que fue partícipe también el presidente Pedro Sánchez desde Jordania. El primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, calificó lo ocurrido de «no intencionado» y añadió que «es lo que sucede en tiempos de guerra», mientras su ejército se comprometía a «una investigación independiente». El 18 de marzo la Organización Mundial de la Salud identificó la situación en Gaza como catastrófica –inanición, desnutrición aguda y mortalidad–, con el norte del territorio palestino ante una hambruna inminente que dos semanas después se ha agudizado. Los encomiables esfuerzos de World Central Kitchen y de Open Arms para introducir agua y alimentos a través de un muelle improvisado no son suficientes para revertir el drama, en todo caso para paliarlo. Y es además presumible que los sectores más afectados por la carencia extrema sean también los más alejados de los núcleos de poder e influencia de Hamás y la Yihad Islámica. La muerte de los siete trabajadores de WCK subraya que la apertura de los pasos terrestres hacia Gaza, tanto desde Egipto como desde Israel, constituye una prioridad absoluta. Un objetivo de emergencia en torno al que la comunidad internacional debería centrar todos sus esfuerzos de presión respecto al Ejecutivo de Netanyahu. Un alto el fuego total y duradero, con la liberación de los rehenes israelíes del 7 de octubre, sería el marco idóneo para alcanzar tal propósito. Pero, en su ausencia, es imprescindible que se abran corredores y sistemas de distribución de alimentos con garantías para los civiles y los trabajadores humanitarios.
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