A dos semanas de las presidenciales en las que buscará sin competencia la enésima reelección, Vladímir Putin ofreció a su Parlamento un discurso para consumo interno, cuajado de promesas de ayudas sociales, impuestos más altos a los más ricos y las corporaciones y alivio fiscal ... para los ingresos bajos. Y el anuncio de que la guerra con la que pretende someter a Ucrania terminará con victoria rusa. Espoleado por el delicado momento que atraviesan las tropas ucranianas como consecuencia, sobre todo, del bloqueo de la ayuda desde EE UU, el líder del Kremlin aprovechó la reciente imprudencia del presidente francés –que no descartó la posibilidad de enviar soldados aliados al conflicto– para reiterar su gastada amenaza de ataque nuclear. Las palabras de Emmanuel Macron, y la reacción inmediata y contraria de los grandes países de la OTAN, regocijan a Moscú y extienden entre los europeos la preocupación por la falta de unidad y firmeza en la respuesta al peligro que Putin representa, ahora mismo, para los ucranianos. Que se convertirá en una amenaza para todo el mundo libre si Kiev sucumbe por no recibir el suficiente apoyo para recuperar su integridad territorial.
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