Nunca un mesías populista de libro que supuestamente viene a salvar el sistema democrático limpiándolo de impurezas había sido desenmascarado con tanta celeridad. La Fiscalía del Tribunal Supremo investiga al ultraderechista Alvise Pérez, eurodiputado de Se Acabó La Fiesta, por un presunto delito de financiación ilegal de su campaña para las elecciones europeas. Un empresario de criptomonedas ha confesado que le entregó 100.000 euros en metálico a cambio de que defendiera sus intereses en Estrasburgo; un escándalo que el pretendido fustigador de la corrupción negó primero y tuvo que aceptar después, aunque intentó disfrazarlo con falsedades. La Audiencia Nacional acaba de abrir una investigación al chiringuito financiero a cuyo dueño este oportunista de la política solicitó esa donación irregular y que ha dejado sin sus ahorros a miles de pequeños inversores en una posible estafa piramidal. La Justicia decidirá las responsabilidades penales. Pero, por muy hábil manipulador en las redes sociales que sea, Alvise Pérez y su discurso contra «la casta» han quedado retratados como ejemplos de lo contrario a lo que pregonan. A su demagogia extremista se le acabó la fiesta.
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