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Con la inflación bajo control, el débil crecimiento cobra cuerpo entre las preocupaciones del BCE. La conjunción de ambos factores explica la acelerada rebaja de tipos con la que el banco central pretende impulsar una economía al ralentí que, además, empieza a pasar factura al empleo. La expansión de la actividad de solo un 0,2% en el segundo trimestre en la Eurozona –una décima menos que el anterior– confirma una atonía cronificada tras la agresiva política monetaria para enderezar la escalada de los precios, en la que probablemente Fráncfort se excedió. Es de temer que la delicada situación de Alemania, cuyo PIB cayó un 0,1%, y la no mucho más boyante de Francia, con un alto déficit público que augura duros recortes, acabe por afectar al conjunto de la Unión. Mientras tanto, España se mantiene como sorprendente motor europeo con un avance trimestral del 0,8% y unas esperanzadoras perspectivas a corto plazo apoyadas en el espectacular empuje del turismo y el buen comportamiento del consumo. Pese a ello, conviene no perder de vista la necesidad de reforzar el tejido industrial como garantía de presente y de futuro. Los fondos europeos brindan una magnífica oportunidad.
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