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Alemania afronta desde un escenario inédito de declive económico y parálisis política el anticipo de las elecciones al próximo 23 de febrero anunciado por el canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, tras constatar el derrumbe de su alianza con liberales y verdes en apenas tres años de Gobierno. El fracaso de la 'coalición semáforo', llamada así por los colores de los partidos que la integraban, se produce en pleno auge de la ultraderecha, con sonados éxitos regionales solo neutralizados por el cordón sanitario impuesto por el resto de fuerzas. El inevitable adelanto de las urnas es una oportunidad para que el país despeje fantasmas cuanto antes y recupere su liderazgo en la UE. Europa necesita que su primera potencia salga reforzada tras los comicios con un Ejecutivo sólido que garantice un futuro de estabilidad frente a desafíos como el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la búsqueda de un papel protagonista de la Unión en un mundo dominado por el pulso entre Estados Unidos y China. El panorama hoy es incierto, con los democristianos de la CDU encabezando los sondeos en un mapa político muy fragmentado en el que Alemania debe remontar el vuelo.
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