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El Tribunal Constitucional de Rumanía anuló la primera vuelta de las elecciones presidenciales, celebradas el 1 de diciembre, al constatar el uso ilegal de tecnologías digitales durante la campaña, junto a fuentes de financiación no declaradas. El fallo no menciona al benefactor del «trato preferencial» ... dispensado a uno de los aspirantes en perjuicio de los demás. Pero se sobreentiende que Rusia estaba detrás de la operación desarrollada por TikTok y que su beneficiario era el candidato ultra prorruso Calin Georgescu, ganador por sorpresa. El acuerdo alcanzado entre las formaciones europeístas de un país miembro de la Unión, integrado en la OTAN y fronterizo con Ucrania, para cerrar el paso a opciones que se sitúen fuera de ese marco –suscrito por socialdemócratas, liberales, reformistas y el grupo de la minoría húngara– parecería zanjar la cuestión.
Pero tanto la excepcionalidad de la resolución del tribunal como la del compromiso entre partidos por Europa revelan que un socio de la UE está sometido a una presión inusitada por parte de Vladímir Putin que intenta su desestabilización enfrentando entre sí a sus ciudadanos. Que hubiese desinformación tendenciosa y un uso fraudulento de los medios disponibles para incrementar las posibilidades de un aspirante a la presidencia de Rumanía puede ser punible. Pero no lo son los efectos que ello llegara a agregar a eventuales cambios en el comportamiento electoral de los rumanos y las consecuencias en un clima polarizado. Para la autocracia del Kremlin, Rumanía es un país vulnerable. Mucho más después de que haya tenido que intervenir su corte de garantías para impedir que Putin se saliera con la suya a la primera. Es de esperar que prosigan las injerencias de Moscú, incluidas las dirigidas a la población rumana migrante desde hace décadas.
La conclusión concierne a todos los países democráticos. Las autocracias –no sólo la rusa– tratan de deshacerse de las democracias por sus extremos. Apoyan a las extremas derechas y embaucan a las extremas izquierdas para insistir en que la separación de poderes no vale nada. Que el escrutinio permanente en libertad ralentiza a los pueblos hasta volverlos incompetentes. Nada menos que eso es lo que se está jugando en Rumanía. Y los veintiséis socios restantes deben reaccionar al unísono para impedir, junto a Rumanía, la devaluación del mundo libre, aunque alguno de ellos se descuelgue del empeño.
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