Que la carrera de Justin Trudeau tocaba a su fin podía intuirse en las dentelladas lanzadas en las últimas semanas por Donald Trump contra el que fue su antítesis durante su primer mandato en la Casa Blanca. El anuncio de dimisión como primer ministro ... y líder del Partido Liberal pone fin a una agonía de ejecutivos en minoría para un dirigente que, paradójicamente, había rescatado en 2013 a sus correligionarios de una postración como la que les espera en las próximas elecciones.
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Su aura de figura mediática, en la estela de sus célebres padres, proyectó a Canadá en el mundo, apostó por políticas sociales y acreditó una formidable capacidad de acogida en un panorama internacional cada vez más alérgico a la inmigración. Pero su estrella perdió brillo por escándalos de corrupción y una gestión de la pandemia censurada por los electores, castigados además por la inflación y el encarecimiento de la vivienda.
Su participación en el besamanos de Mar-a-Lago fue un intento desesperado de sobreponerse a la marcha de su viceministra y posible sustituta al frente de los liberales. Le queda un último servicio: recibir aún en el Ejecutivo las primeras arremetidas de la guerra comercial de Trump.
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