El pasado año terminó con casi 540.000 afiliados más a la Seguridad Social, un balance muy positivo que cobra especial valor en un contexto de desaceleración económica, fuerte inflación y subida de tipos de interés. Pero es significativo que casi el 90% de esos nuevos empleos se crearan durante los cinco primeros meses. Aunque el mercado laboral ha resistido con entereza circunstancias muy adversas, la ralentización de la actividad se hizo notar en él en la segunda mitad del ejercicio. Y también en diciembre. Sortear las dificultades derivadas de la guerra de Putin contra Ucrania, primero, y del retraimiento que haya podido generar el temor a una crisis regional e incluso global desatada por el conflicto palestino-israelí, después, no parece suficiente cuando la inestabilidad geopolítica se suma a otros factores que enfrían el crecimiento a nivel mundial.
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2024 se verá probablemente lastrado por avatares que se han afrontado hasta finalizar 2023 a costa del erario en los países democráticos. Ayudas que no pueden eternizarse sin sobrecargar las cuentas públicas de déficit y deuda. Tampoco la reforma laboral vigente desde hace dos años puede continuar ofreciendo resultados que soslayen la evolución de la economía. El impulso a los contratos indefinidos no puede mantenerse al alza indefinidamente si las tasas de crecimiento y, sobre todo, si el modelo productivo no incrementa la cualificación de los puestos de trabajo que se generen. España cerró el ejercicio con 130.000 parados registrados menos. El Ministerio de Seguridad Social destacó ayer que la tasa de creación de empleo ha superado las de los principales socios de la UE. Pero nuestro país continúa a la cabeza del ranking del paro en Europa y duplica la media de la Unión.
El presidente Pedro Sánchez concluyó también ayer que «es posible crecer, crear empleo y avanzar en derechos». No cabe duda de ello. Pero el pleno empleo al que también dijo que debemos aspirar el secretario general de CC OO, Unai Sordo, es hoy una quimera que, para alcanzarla, exigiría un esfuerzo colectivo durante años. No solo un pacto de rentas continuado y una sintonía partidaria básica en cuanto al grueso de los presupuestos públicos. En el fondo, una modulación efectiva entre crecimiento, empleo y derechos a la que no ayuda la ideologización de cada disyuntiva. Requeriría también un flujo de ideas y proyectos que comprometan a empresas, inversores, universidades, formación profesional y administraciones.
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