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Con el país en estado de excepción tras el asesinato del candidato Fernando Villavicencio en una campaña plagada de atentados, la imagen de varios aspirantes a la presidencia pidiendo el voto con chalecos antibalas retrata las anómalas circunstancias en las que Ecuador celebra este domingo unas elecciones ... bajo la sombra del miedo y en medio de un mayúsculo despliegue militar y policial.
El país se halla en una situación límite y con las instituciones severamente minadas en su credibilidad por un cóctel explosivo: su incapacidad para atajar una ola de violencia sin precedentes por la guerra entre mafias que se disputan el negocio de la droga y ha convertido en rutina los tiroteos en las calles, los secuestros y los sangrientos motines en las cárceles, unida a la corrupción con la que el narcotráfico ha extendido sus tentáculos por el poder.
Distintas alternativas para afrontar esos graves problemas, que han puesto en jaque la democracia, compiten en las urnas bajo un denominador común de mano dura y tentaciones populistas. Combatirlos con eficacia requiere una repuesta firme y urgente, pero a la vez respetuosa con el sistema de derechos y libertades, en contraste con un Estado que ofrece visibles signos de debilidad.
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