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Los principales indicadores confirman el estado de gracia de la economía española, convertida en el motor más engrasado de la Eurozona. A pesar de debilidades que urge corregir, como los insoportables niveles de paro y de personas en situación de exclusión social, el balance de 2024 y las perspectivas para este año en curso constatan que la prosperidad avanza a paso firme. Una evolución que es preciso ampliar a las capas de la población más desfavorecidas por la pérdida de poder adquisitivo provocada por los últimos ejercicios de inflación. La pujanza se sostiene en el tirón del turismo, el avance del empleo y el retroceso del déficit público. El PIB volverá a crecer, aunque de forma más moderada y a pesar de que el Gobierno no logre aprobar sus Presupuestos. Aun así, se incrementará el 2,3%, según el FMI, que apunta recortes para Italia, Francia y Alemania, que suma su segundo año de recesión. La estabilidad de la economía contrasta con la agitación que vive la política en la búsqueda de consensos para el salario mínimo, la reducción de la jornada laboral, la vivienda o, sin ir más lejos, en la revalorización de las pensiones, como se vio esta semana en el Congreso. Ese es un auténtico reto pendiente.
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