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En 2018, durante su primer mandato, Donald Trump dejó sin efecto el acuerdo para controlar el programa nuclear de Irán suscrito en 2015 por este país, los EE UU de Obama, los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y la Unión Europea. Ahora, de vuelta en el Despacho Oval, sigue denostando aquel pacto, «el peor que se ha negociado nunca», y da dos meses de plazo a Teherán para renunciar a sus ambiciones atómicas. Como en tantos otros asuntos en los que interviene, las pretensiones de Trump resultan confusas y contradictorias, más allá de lograr un éxito rápido que pueda publicitar como producto de su única voluntad.
El intento de entendimiento con Irán depara este sábado su segunda reunión, esta vez en Roma después de la cita inaugural en la capital de Omán. El nuevo encuentro ya puede considerarse un avance, y más si las partes logran pasar de la 'negociación indirecta' a un cara a cara sin intermediarios en el que sea posible determinar y contrastar los objetivos de cada uno. Y comprobar si es posible ir más allá del pacto que, hace una década, quería limitar la actividad nuclear iraní a cambio del levantamiento parcial de las sanciones internacionales. Washington tratará de aprovechar la debilidad de Teherán. Las medidas contra la exportación del gas y el petróleo lastran los ingresos del régimen y cronifican una crisis económica que castiga con dureza a los ciudadanos. Su aspiración de potencia regional se ha visto además laminada en el último año y medio por los sucesivos golpes de Israel contra la coalición informal constituida por Hezbolá, los hutíes de Yemen y Hamás. Sin apenas 'eje de la resistencia' que patrocinar, y perdida también la influencia en Siria e Irak, la prioridad para los ayatolás pasaría por obtener un alivio de las sanciones que apuntale su supervivencia política. Aunque parece difícil que Irán acepte la pretensión de enriquecimiento cero de uranio manejada por el enviado de Trump, Steve Witkoff, y en este momento «innegociable».
La presencia en Roma del director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica ayudará a centrar un diálogo que también se beneficiaría de una apertura a la comunidad internacional, como ocurrió en 2015. Porque si el proceso se tuerce, Benjamín Netanyahu verá la puerta abierta para vencer la actual resistencia de Trump a secundarle en su ansiado ataque a las instalaciones nucleares iraníes.
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