Las agresiones mortales en las prisiones españolas son excepcionales, apenas el 3% de los fallecimientos de reclusos, a gran distancia de los provocados por sobredosis o suicidios. La ocurrida la madrugada de ayer en la cárcel madrileña de Estremera reviste particular relevancia por el supuesto responsable del crimen, recluido por el triple asesinato de los hermanos Gutiérrez Ayuso en Morata de Tajuña. Dilawar Hussain compartía celda con otro interno, al que mató a golpes. Como en el caso que lo mantiene entre rejas, no tardó en confesar la autoría. La Guardia Civil y el juzgado número 8 de Arganda del Rey investigan el suceso, pero es la pesquisa interna la que ofrece especial interés, porque deberá determinar no tanto si se produjeron fallos en la custodia de los presos, indudables a la luz de los hechos, sino cómo fue posible que el agresor consiguiera un objeto similar a una mancuerna para arrebatar la vida de su víctima. Y si Dilawar Hussain recibió la clasificación más adecuada a su llegada a un módulo conflictivo. Este nuevo sobresalto, semanas después de la fuga del Pastilla de Alcalá Meco, arroja una nueva preocupación sobre el ministerio de Grande-Marlaska.
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