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El 3 de mayo de 2018 ETA emitió su comunicado de disolución. El 5 de septiembre de 2010 había anunciado su renuncia a «llevar a cabo acciones armadas ofensivas», previo al cese definitivo de los atentados el 20 de octubre de 2011. A partir ... de entonces tardaría casi siete años en desaparecer escenificando hitos para consumo interno, incluida la simulación de un desarme. El objetivo de aquella liturgia era evitar a toda costa la sensación de una derrota sin paliativos frente al Estado de Derecho y a la sociedad. El alivio que supuso la noticia trajo también consigo una pronta renuencia social en Euskadi a recordar los años de terror y a instaurar una memoria compartida que permitiera transmitir a los más jóvenes la existencia todavía de un Mal a depurar judicial y moralmente. De manera paradójica, la desaparición de la banda terrorista como triunfo de la democracia contribuía además a que nadie se hiciese cargo de lo ocurrido. La negativa etarra a formular la más mínima autocrítica y a asumir el daño injusto causado por personas con nombre y apellidos ensombrece la memoria. Cinco años después de que ETA dejara de existir, solo cabe esperar que sus integrantes de entonces y sus herederos de ahora dejen cuando menos de reivindicar el terror como algo históricamente inevitable.
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