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Los 40.000 muertos –civiles en su inmensa mayoría– contabilizados en Gaza desde la invasión israelí que siguió al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre resumen el horror de una guerra en una Franja arrasada por una desmedida ofensiva militar y que, con ... gran parte de su población desplazada de sus hogares y sobreviviendo en condiciones extremas –sin apenas alimentos ni medicinas–, sufre una gigantesca crisis humanitaria que debería remover conciencias. Es hora de detener esta tragedia. Ya no puede esperar más un alto el fuego entre el Ejército hebreo y la milicia islamista como el que busca a la desesperada en Doha el cónclave impulsado por Estados Unidos, Egipto y Catar. Alcanzar en él un acuerdo no solo es imprescindible para un pronto regreso a su casa de los rehenes que llevan diez meses y medio en manos de Hamás –el número de fallecidos entre ellos no deja de crecer–, sino para alejar el peligro tan serio como real de que la guerra se extienda por Oriente Próximo con la eventual intervención directa de Irán y Hezbolá, cuya respuesta a los últimos asesinatos selectivos decretados por Tel Aviv tiene en vilo a la comunidad internacional.
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