La coronación de Carlos III, ocho meses después de que asumiera el reinado tras la muerte de su madre Isabel II, representó la consagración del vínculo heredado entre la Corona británica y los ciudadanos de la democracia más longeva del mundo. La naturaleza religiosa de la ceremonia anglicana, de cuya iglesia es jefe el rey como no lo es en ninguna otra monarquía parlamentaria, acogió ayer la libertad de credo de una sociedad plural, y evocó las leyes que aseguran la convivencia en tolerancia. La presencia de autoridades y representantes de distintos países europeos, entre ellos el rey Felipe VI y la reina Letizia junto a líderes de la Commonwealth, en un acto retransmitido a nivel internacional recordó el papel fundamental que Reino Unido juega y que no debería verse afectado por el populismo que condujo al error histórico del 'brexit'. Carlos III tiene ante sí la tarea ineludible de acompañar a las instituciones representativas de su país en la superación de las dificultades económicas y sociales que atraviesa en estos momentos. De dirigir sus actuaciones a preservar la cohesión de una ciudadanía que se ha visto seriamente comprometida a partir del referéndum de 2016 y la inestabilidad política resultante. De mostrarse atento a los deseos de autogobierno de los habitantes de una Escocia en la que el independentismo es europeísta y de una Irlanda del Norte en la que los católicos republicanistas son ya mayoría. Aunque para todo ello a Carlos III le será indispensable procurar que los miembros de su familia correspondan a su condición y también a sus privilegios contribuyendo a que el monarca pueda ejercer sus funciones sin distracciones que afecten negativamente a la institución.El simbolismo de la coronación entronizó ayer a Carlos III como probablemente no lo habían hecho sus meses de reinado, permitiéndole proyectar la imagen que le acerque a la figura incomparable de Isabel II. A partir de ahora no solo la Casa Windsor y la Monarquía dependerán de su proceder diario. También en buena medida dependerá el futuro inmediato de Reino Unido, necesitado de tradiciones y oportunidades de unidad. Un país que ayer asistió a una ceremonia inédita desde hacía 70 años espera ahora un reinado de aciertos, aunque sean casi imperceptibles, y sin errores o controversias que lo vuelvan incómodo o hagan incierta la ejecutoria del coronado junto a la reina Camila.
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