Frente a quienes cuestionan la mejora de las previsiones del Banco de España anunciada días después del nombramiento como gobernador del exministro José Luis Escrivá, el inusual aumento en un punto de las estimaciones de crecimiento de la OCDE, hasta el 2,8% ... este año, confirma rotundamente la buena dinámica de nuestra economía, convertida en el inesperado motor de una renqueante Eurozona. Tan indiscutible resulta esa pujanza como que no es percibida del todo por los ciudadanos. Entre otras razones, porque la cesta de la compra ha subido 14 puntos más que los salarios desde la pandemia; una de las mayores pérdidas de poder adquisitivo entre los países desarrollados, que golpea especialmente a los hogares más vulnerables. Si las empresas han ganado competitividad ha sido más por la vía de los costes que por avances en la productividad, lo que obliga a contener el entusiasmo que pueden inducir algunos indicadores. El auge de la actividad se basa en el tirón del turismo y la hostelería, sectores con escaso valor añadido y bajos salarios, cuando la competitividad futura de la economía depende de la transformación de la industria y del reforzamiento de su peso con los fondos europeos.
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