La resistencia de la economía española, manifestado en un crecimiento superior al de la UE y la favorable evolución del empleo, no se explican sin la pujanza del turismo, cuya continuidad –dado su fuerte peso en el PIB– es esencial para compensar la ralentización de ... otras actividades. El aumento un 11,4% de la llegada de viajeros internacionales en julio confirma el tirón del sector. El gasto se elevó aún más –un 25%– por el encarecimiento de los hoteles, restaurantes y transportes, lo que demuestra que la erosión del poder adquisitivo por la inflación apenas se deja sentir en ese ámbito al haber ganado protagonismo el ocio entre las prioridades de los ciudadanos tras la pandemia. A pesar de ese extraordinario resultado, no es seguro que este sea un año de récord, aunque los 47,3 millones de visitantes desde enero solo suponen un 0,8% menos que los registrados en 2019. Sí lo es que el turismo, pese a vivir un momento dulce, debe avanzar en la diversificación de su oferta y la búsqueda de nuevos mercados, y volcarse hacia la calidad, no solo hacia la cantidad. Ese camino, que ha empezado a recorrer con éxito, es una garantía de competitividad para un pilar básico de nuestra economía.
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