El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, asiste al acto cívico militar por el Dos de Mayo, Día de la Comunidad de Madrid. Efe
Editorial

Bochorno el 2 de mayo

La confrontación partidaria no puede llevarse por delante la legitimidad de las instituciones que asienta el sistema de libertades

El Norte

Valladolid

Miércoles, 3 de mayo 2023, 00:19

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ordenó ayer que el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, no accediera a la tribuna de los actos del Dos de Mayo a pesar de que éste trató de subir al escenario desde el ... patio en el que le fue reservado un asiento en primera fila. Ello después de que la insistencia del Gobierno autonómico en subrayar que no le había invitado y los anuncios de la Moncloa sobre su intención de presentarse en la conmemoración augurasen el bochorno final. Esa fecha recuerda el heroico levantamiento de ciudadanos de Madrid en 1808 frente a la invasión napoleónica. Por ese motivo fue elegida como día de la fiesta regional. Dos motivos despreciados por quienes decidieron escenificar un enfrentamiento que compromete a las instituciones, cuando la jornada reclamaba celebrar la unidad de los madrileños y la de los españoles.

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Resulta absolutamente deplorable que durante días el Ejecutivo central y el autonómico hicieran gala de su falta de entendimiento alegando o contradiciendo supuestos protocolarios. La presidenta de Madrid es la representante ordinaria del Estado en la comunidad. Por eso mismo, sus invitaciones a actos institucionales no pueden ser excluyentes, sino inclusivas. La decisión de reducir la presencia del Gobierno de turno a lo mínimo indispensable no responde a protocolo legal alguno, sino a un criterio partidista 'ad hoc'. La tenaz voluntad de Bolaños por personarse en los actos en nada ayuda tampoco a la normalización de las relaciones entre Moncloa y Sol en tanto que no mediaba ningún acuerdo entre las dos administraciones afectadas. Es deleznable alentar la confrontación desde tan altas instancias en la presunción de que ambas partes se benefician de una polarización que degrada la política y genera desafección hacia lo público entre los ciudadanos.

Los protagonistas del desencuentro no pueden sentirse hoy satisfechos del papel que representaron, aunque no se retracten públicamente de su actitud. Bastaría con que no se jactasen de tal conducta ni vuelvan a actuar así nunca más. Bastaría con que las vergonzosas imágenes que ofrecieron ayer sirvan para corregir posturas hacia un debate entre argumentos y no entre dirigentes y siglas dispuestos a liquidar al adversario. Mucho menos, llevándose por delante la legitimidad de las instituciones, que es la que en última instancia asegura la democracia y todo el sistema de libertades.

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